«Si estáis dispuestos a sacrificar un poco de libertad para sentiros seguros, no merecéis ni
lo uno ni lo otro» es una de las citas que se pueden encontrar en el epílogo de Un mundo
vigilado, firmado por Armand Mattelart, recientemente publicado en nuestro país por la
editorial Paidós.
El sociólogo de origen belga estuvo en España el pasado octubre en el VII
Congreso Internacional de la Unión Latina de Economía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura (Ulepicc) celebrado en la Universidad Carlos III de Madrid. Vinculado
a Latinoamérica desde la década de los sesenta, se ha centrado en gran parte de su investigación en las dinámicas políticas y económicas de concentración de los grupos de (1). En su último libro podría parecer que se distancia de este discurso —la problemática de
los mecanismos de seguridad en la sociedad del control—. Nada más lejos de la realidad.
NUEVAS TECNOLOGÍAS
el acceso, no solamente a la información, también a la producción de nuevas
fuentes de cultura y de información; este
fue el argumento defendido en la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de Expresiones
Culturales de la UNESCO, celebrada
en octubre del 2005, donde se discutió
acerca de las formas que debe adoptar la
sociedad de la información». La «trampa» de un concepto
universalizado
Mattelart acusa a la sociedad de la información de concepto «trampa» por
proyectarse como punta de lanza de la
democracia cuando, desde su punto de
vista, supone todo lo contrario. «Hay
un lado oscuro de la sociedad de la información que se tapó durante muchos
años. Siempre se presentó como una
promesa de un porvenir democrático
de reparto, pero el concepto ha mostrado su faceta oscura a partir del momento en el que, con la crisis y tras el
11 de septiembre, aparecen unas necesidades, creadas o reales, de seguridad.
Es a partir de este momento en el que
se ve que la sociedad de la información
es también la multiplicación de los dispositivos de intrusión en la vida personal de los ciudadanos».
Sobre este tema en particular, acaba
de publicarse en España su última obra,
Un mundo vigilado (Paidós, 2009) donde
plantea un nuevo salto teórico, o «mutación», en la configuración de lo que Gilles Deleuze denominaba «sociedades de
control». La seguridad se ha transformado en obsesión por la seguridad. «Y la sociedad global ha dejado que se transparente su cara globalitaria, a fuerza de
querer inmiscuirse en todos los espacios
de la vida colectiva e individual», dice
Mattelart en su libro. Apunta al atentado
de las Torres Gemelas en Estados Unidos como catalizador de esta «mutación».
«Lo que hace el 11 de septiembre es acelerar tendencias que están muy presentes
desde los años ochenta, momento en el
que las democracias occidentales entraron en crisis. Es a partir de ese momento en el que estas se desestabilizan
—por culpa de las dos crisis petroleras—
que se puede ver un reforzamiento de
los mecanismos de control de la población. Ese es el germen de las legislaciones de excepción».
Quién vigila a los vigilantes
Es importante, según Mattelart, vincular la reflexión sobre el avance de los
sistemas y dispositivos de seguridad a la
noción de crisis. A cada crisis, ya sea
económica o política, le sigue la ampliación de la definición de la excepción al
estado de derecho. Y cita como ejemplo
el suceso de los denominados por la
prensa barrios sensibles a las afueras de
París en el año 2005. «Es muy significativo que, a partir de ese momento, hubo
toda una reflexión sobre la seguridad,
sobre la necesidad de imaginar incluso
un arreglo urbano para que las fuerzas
del orden pudieran intervenir rápidamente. Esto lleva a una idea de arquitectura de la seguridad», una idea que se
identifica con la aplicación foucaultiana
del panóptico de Jeremy Bentham, donde los mecanismos de control son interiorizados por la sociedad en contraste
con mecanismos más explícitos y visibles.
Irónicamente, y desde el 11 de
septiembre, estos mecanismos han dejado de ser tan sutiles. «El problema
mayor de nuestras sociedades democráticas es que nuestro presente poco tiene
que ver con la idea orwelliana. Porque
en la novela de George Orwell, 1984, el
sistema de control es visible, más acorde con sociedades de corte totalitario.
Hoy en día la idea de seguridad está interiorizada, entra en la normalidad de la
sociedad llamada flexible. Este modelo,
que viene de la empresa, parece perder
efecto cuando los sistemas de videovigilancia se hacen visibles. Así, nos encontramos en un escenario en el que hay
elementos que producen en ciertos sectores de la población una mayor consciencia de los mecanismos de control,
pero el avance de la conciencia cívica
frente al avance de los dispositivos de
seguridad resulta ser demasiado lenta.
Y minoritaria. Porque la gente vive la
inserción de la técnica de la seguridad
como ha vivido la inserción de los medios y de las nuevas tecnologías. Porque
cree todavía en la tecnología como progreso».
Internet como plan b
En un escenario en constante cambio
cabe preguntarse si existen alternativas.
Internet aparece como un espacio con
potencial para el cambio. «Están apareciendo, cada vez más, espacios donde
no se puede legislar sin que haya un debate público; da igual que lo quiera o
no el Gobierno, es difícil evitar el escándalo. Estamos en un periodo de
transición donde, con la crisis, se han
abierto otros espacios de reflexión y de
intervención. Y eso es importante». Esta crisis también ha cuestionado la
democratización de la cultura en la figura del «proletario intelectual», el profesional con formación universitaria que no
consigue trabajar en aquello para lo que
se ha formado. «El estallido de la burbuja especulativa en Internet y la caída de
las punto com a finales del siglo pasado
ha demostrado que la economía numérica puede traer desempleo y precariedad.
La economía del conocimiento, también
conocida como economía creativa, no
genera la cantidad de empleo que promete. Este es un modelo que utiliza a los
más aptos». ¿Qué quiere decir los más
aptos? «Aquellos que están en de acuerdo
con la cultura del resultado», responde
Mattelart. «Todos estos avances tecnológicos van acompañados de un discurso
sobre las promesas, pero muchas veces
hay una distancia abismal entre las promesas y la realidad».
1. También ha investigado otras áreas, como la sociedad de la información, destacando entre sus publicaciones Historia de la utopía planetaria. De la ciudad profética a la sociedad global (Paidós, 2000) e Historia de la sociedad de la información (Paidós, 2002).
2. Mattelart matiza sobre el concepto de desregulación en este contexto: «El sentido tradicional de la palabra desregulación no habría que utilizarlo aquí porque lo que ocurrió fue una regulación a partir de la autorregulación del mercado». profesiones 122 (29-52).qxd 9/12/09 11:31 Página 36
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nº122 ■ noviembre-diciembre 2009 Profesiones ■ 37
La imagen utilizada pertenece al concurso de carteles contra la videovigilancia organizado por «Un barrio Feliz» —http://unbarriofeliz.wordpress.com/— como protesta por
la inclusión de cámaras en zonas públicas del barrio madrileño de Lavap